
claricelecter@hotmail.com
El otro día me dijeron que se escuchaba muy feo decir que trabajo en una maquiladora (pausa para parpadeo incrédulo). En realidad no supe qué decir. Lo chistoso es que efectivamente trabajo en una maquiladora. Está bien, no soy de producción, pero igual es lo mismo. Lo que me pregunto es, ¿qué tiene de malo que trabajara en producción, acaso me hace menos valioso como ser humano? La verdad es que no, pero al parecer la gente siente que el trabajo en maquila es menos que el de ellos…
Es éste tiempo que estuve en el mercado, noté en muchas ocasiones que el hecho de decir eso me costaba citas. Jajaja. Al parecer asumían automáticamente que estaba en línea. Lo peor de todo es que tiene un estigma el ser trabajador de maquiladora. Mucha gente lo asocia con el conformismo. Personalmente no le veo la relación. Mucha gente busca mejorar su vida y tiene muchas ambiciones y el estar en las líneas de producción es una forma de lograr sus metas y sueños.
Creo de todo corazón que un trabajo honesto es algo de lo que la gente debe sentirse orgullosa. Yo he trabajado de intendente, de lavaplatos, de promotor (de esos que van de empresa en empresa, pero caminando y entregando los volantes del producto, no de esos que hacen juntas y los reciben bien bonito), he trabajado como escritor, como repartidor de promoción para una pollería y la verdad los he amado todos. En la nevería me forzaban a usar un paliacate anaranjado, hasta mi madrina decía que andaba vestido de Garibaldi, y les puedo decir que fueron los mejores tiempos de mi vida. Siempre me dolían los pies, pero me sentía maravilloso de ganarme los pocos pesos que me daban. Era una maravilla.
Afortunadamente tuve la oportunidad de estudiar y lo aproveché, mis padres siempre me empujaron a soñar y luchar por obtener lo que quiero, me hicieron la promesa de que con los estudios se me abrirían más puertas y tenían razón. Dicen que los psicólogos nos morimos de hambre. Yo tenía tres trabajos, así que hambre nunca tuve.
Pero ahora que soy profesionista, no me da pena decir que tuve muchos trabajos donde lavaba el baño o servía nieve a los clientes, yo amé todas las etapas laborales de mi vida. Incluso ahora, cuando les digo que soy empleado de maquila, la gente me agrega el “pero no de producción” para aclarar que soy administrativo, pero eso a mí no me importa, si fuera de línea, lo diría con orgullo porque es trabajo honesto. Vergüenza me daría robar, matar o cosas así, porque mis padres se avergonzarían de mí. Mis padres dicen que están orgullosos de mí porque soy trabajador, puntual y no me espanta el sacrificio para obtener lo que deseo.
De hecho, si llegara a ser necesario, no tengo problema con barrer y trapear, ni con lavar excusados para ganarme la vida. No me da miedo ponerme a hacer mezcla para hacer casas. Si necesito hacerlo, me sentiré agradecido por haber tenido oportunidad de aprender tantas cosas y por tener la salud y la disposición de trabajar duro por sobrevivir. Siento que así nada me detiene.
Lo poco y lo mucho que tengo no es resultado de que mami me lo compró o que papi me lo dio. Es porque me lo he ganado. Claro, mis padres me han apoyado siempre que ocupo ayuda, pero mi casa, así pequeña como es, es toda mía. Mis paredes las estoy pagando yo y las cosas que tengo adentro, desde el comedor raro que tengo hasta la cama que rechina más que una puerta de película de terror me las he comprado con mis esfuerzos y con levantarme todos los días a las cuatro de la mañana para ganarle al tráfico y estar todo el día de arriba para abajo en el trabajo.
Si resulta que te da vergüenza decir que trabajas en esto o lo otro es importante que te preguntes por qué. Si estamos tratando de obtener la aprobación de las personas para sentirnos más importantes, déjenme decirles que la única aprobación que importa es la propia. Si uno busca la aceptación y la aprobación de otras personas es muy posible que nunca la obtengamos, o peor aún, que la tengamos a medias. El clásico es bueno “pero”. Siempre hay un maldito pero…
Eso apesta, ¿cómo es posible que estemos tan necesitados de aprobación ajena? Si tú no amas lo que eres y lo que haces porque no le das el valor suficiente, jamás va a ser lo suficiente. Recordemos que la gente nos mide con sus propios esquemas e instrumentos, que no necesariamente concuerdan con los de uno mismo. Hay gente que me dice que ser psicólogo es poca cosa, o que ser profesor es algo mediocre, porque cualquiera lo puede hacer. Bueno, pues si así piensan, no tengo nada qué argumentar. Cualquier actividad está súper fácil de hacer cuando no eres el que lo está realizando: el psicólogo solo se la pasa preguntando ¿cómo te sientes? Y el profesor solo se para frente al grupo y habla y ya. Intenten hacerlo un día y luego platicamos, ¿va?
Así que, unamos nuestras voces trabajadoras, hermanos, hermanas. Que sepan que nos gusta trabajar aunque muchas veces las circunstancias no sean las mejores ni las más agradables. Que sepa el mundo que no nos rendimos, que podremos quejarnos y renegar, pero somos imparables. Somos inquebrantables cuando nos motivamos a avanzar, ya sean los hijos, las deudas o los sueños. Que escuchen el murmullo de lo que cantamos mientras trabajamos y que sienta el mundo el peso de la gente que se rehúsa a caer en las mañas ni en las actividades ilícitas con tal de hacer un poco de dinero. Mostremos el orgullo de ganarse la vida de forma honesta.
Y digamos con la cabeza en alto en qué laboramos, yo soy profesor, soy trabajador de maquiladora y soy psicólogo. Te puedo pasar los ladrillos para que construyas tu casa, te puedo hacer una cena completa de navidad, limpiar tu casa y tejerte una bufanda ¡Shaaaaaaaaaaaw!
Y ustedes, hermanos, hermanas, ¿a qué se dedican? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.
FELICIDADES por este artículo, lo disfruté mucho es uno de los mejores que me ha tocado leer.
EL COROLARIO en mi opinión fue el cierre perfecto , me encantó.
Me encanta que te haya gustado, Blanca. Gracias por siempre leerme y darme tu opinión. Sabes que es muy valiosa para mí.
Abrazos.
Mostro.