¿Recuerdas cuando el mundo era mágico?

claricelecter@hotmail.com

#MostroVacci

Ok, todos tenemos una historia qué contar. Algunas parecen un cuento de hadas mientras que otras definitivamente se parecen más a la Rosa de Guadalupe de tanto drama que cargan. En lo personal, me parece los más interesante del mundo escuchar cada una de esas historias y hacer una comparación entre ellas, o más bien un contraste, porque en realidad son tan variadas que no se parecen unas a otras. Es muy enriquecedor porque por una parte el chisme es buenísimo y por otra, me da más perspectiva de lo que en realidad es valioso en mi vida que a veces tiendo a olvidar. Me hace valorar lo bueno que tengo y a dejar atrás las cosas que no me traen ninguna utilidad como corajes viejos y rencores pasados.

Muchos le dedicamos mucho tiempo a clasificar los errores que cometieron nuestros padres con nosotros, pensando en lo que no nos dieron, los caprichos que no nos pudieron cumplir, las vergüenzas que nos hicieron pasar y el mundo de errores que pudieron haber cometido con nosotros. Tenemos una navaja muy filosa para seccionar y clasificar cada uno de nuestros traumas y de todo lo que hicieron mal. Hay libros enteros dedicados a ello. Terapeutas que hacen una vida profesional completa en ayudar a sus pacientes a superar las cosas e infinidad de películas y canciones que cuentan diferentes historias que hacen que nuestro corazón se aplaste y nos hagan recordad nuestros propios dolores emocionales. Y es válido. Es parte de tener una historia, y aprender a vivir con ello es parte de sobrevivir y convertirse en un adulto sano y productivo para la sociedad. Es parte de la vida.

Sin embargo, a veces se nos olvida de esos momentos en los que nuestros progenitores hacen magia. Porque a veces es lo que hacen. Sacan las fuerzas para seguir adelante a pesar de lo que la vida y el mundo les lanza, y si son buenos para lo que hacen, los hijos ni nos damos cuenta de lo que está pasando. Si falta dinero, lo encuentran, si falta comida, no falta, si falta ropa, la consiguen. Recordemos que haya no no trabajo, dinero, estabilidad económica, emocional, las cuentas siguen llegando, el hambre sigue regresando y las necesidades se siguen presentando sin perdonar ni una y debemos salir adelante pase lo que pase. Y eso en sí puede ser algo muy difícil de lograr y a pesar de todo se hace.

Muchos le dedicamos mucho tiempo a clasificar los errores que cometieron nuestros padres con nosotros, pensando en lo que no nos dieron, los caprichos que no nos pudieron cumplir, las vergüenzas que nos hicieron pasar y el mundo de errores que pudieron haber cometido con nosotros. Tenemos una navaja muy filosa para seccionar y clasificar cada uno de nuestros traumas y de todo lo que hicieron mal. Hsay libros enteros dedicados a ello. Terapeutas que hacen una vida profesional completa en ayudar a sus pacientes a superar las cosas e infinidad de películas y canciones que cuentan diferentes historias que hacen que nuestro corazón se aplaste y nos hagan recordad nuestros propios dolores emocionales. Y es válido. Es parte de tener una historia, y aprender a vivir con ello es parte de sobrevivir y convertirse en un adulto sano y productivo para la sociedad. Es parte de la vida.

Sin embargo, a veces se nos olvida de esos momentos en los que nuestros progenitores hacen magia. Porque a veces es lo que hacen. Sacan las fuerzas para seguir adelante a pesar de lo que la vida y el mundo les lanza, y si son buenos para lo que hacen, los hijos ni nos damos cuenta de lo que está pasando. Si falta dinero, lo encuentran, si falta comida, no falta, si falta ropa, la consiguen. Recordemos que haya no no trabajo, dinero, estabilidad económica, emocional, las cuentas siguen llegando, el hambre sigue regresando y las necesidades se siguen presentando sin perdonar ni una y debemos salir adelante pase lo que pase. Y eso en sí puede ser algo muy difícil de lograr y a pesar de todo se hace.

Estaba viendo un video de un chico que se estaba acordando de la pena que le daba su mamá y todos los corajes que le hacía pasar con todo lo que hacía y luego lloraba recordando que ya falleció y que hasta entonces logró apreciar todo lo que hacía por él. Claro, dicen que uno nunca aprecia lo que tiene hasta que lo pierde, y en muchos de los casos, tiende a ser verdad; cuando uno carece de algo es cuando en realidad aprecia lo que tenía. Por algo dicen que cuando sientes dolor, te acuerdas de los tiempos donde estabas bien pero no estabas poniendo atención.

A pesar de contar historias tristes, yo tengo muchos recuerdos mágicos de mi infancia y de cosas que hacían mis papás que lograban que el mundo fuera un lugar lleno de posibilidades como cuando mamá Vacci llegaba de trabajar en la mañana y estudiar en la tarde para contarme un cuento antes de dormir a pesar de que el día había sido eterno, lleno de jefes idiotas y chamacos hormonales desobedientes y rebeldes, por eso tengo una imaginación tan grande y la uso para crear otros mundos vastos y nutridos que le ayudan a otros a viajar sin necesidad de gastar nada. O la idea de un señor barbó y panzón que nos llevaba regalos en navidad si nos portábamos bien. Resulta que había un señor barbón que hacía eso pero no se llamaba Santa, sino papá Vacci.

Siempre tengo recuerdos en la cocina con mi mamá, escuchando a José José y Emmanuel, moviendo las cazuelas y contestando la infinidad de preguntas que hacía porque al parecer mi alma curiosa es algo que siempre ha estado presente (incluso ahora como terapeuta) y las noches leyendo mis interminables escritos que yo consideraba tan interesantes. O a mi padre con su Ricardo Montaner y los romances de Luis Miguel que estoy seguro que aún le dan migrañas a mis hermanas de tanto escucharlas. Y las horas y horas de pláticas alrededor de la mesa hablando de semántica, gramática, experiencias con los alumnos y contando las historias más chuscas y los clásicos breviarios culturales de papá Vacci.

Siempre tengo recuerdos en la cocina con mi mamá, escuchando a José José y Emmanuel, moviendo las cazuelas y contestando la infinidad de preguntas que hacía porque al parecer mi alma curiosa es algo que siempre ha estado presente (incluso ahora como terapeuta) y las noches leyendo mis interminables escritos que yo consideraba tan interesantes. O a mi padre con su Ricardo Montaner y los romances de Luis Miguel que estoy seguro que aún le dan migrañas a mis hermanas de tanto escucharlas. Y las horas y horas de pláticas alrededor de la mesa hablando de semántica, gramática, experiencias con los alumnos y contando las historias más chuscas y los clásicos breviarios culturales de papá Vacci.

Tengo presente un amor infinito por los libros que me heredaron. Un hambre insaciable por el conocimiento y la expansión de la mente y la cultura. Una forma tan característica de cuestionar todo y no quedarse con la duda. Una necesidad de expresar lo que sientes y de siempre ver hacia el futuro como algo posible y lleno de esperanzas. Una terquedad por no aceptar lo que hay como lo único que se puede lograr porque siempre hay algo más grande a lo que le puede tirar uno. Un valor por arriesgarse y dar el paso, al cabo que si no tiene el resultado deseado, ya lo hizo uno y aprendió algo nuevo.

Esa forma de ver la vida me ha hecho creer que mi existencia tiene sentido porque es lo que yo lo quiero transmitir al mundo: que todo es posible. No hay obstáculo que no se pueda vencer ni cosa que no se pueda aprender. Que la vida está llena de oportunidades siempre y cuando uno esté dispuesto a trabajar por ello. Que rendirse no es una opción y que hay que ser perseverante para obtener lo que quieres, incluso si tienes que ser una mula para lograrlo. Total, que el mundo te vea como le de la gana.

En mi México no había violencia, no había pobreza, no había miedo, no había tristeza ni carencia porque todo era una oportunidad. Esos son los recuerdos que decido quedarme de mis padres. Sí, tienen errores porque son seres humanos, pero a veces creo que hacían magia con lo que el mundo les lanzaba. Claro. Conforme fui creciendo, la realidad se me estrelló en la cara, pero es parte de crecer y agarrar conciencia del mundo que nos rodea. Y no, no tuve que esperar a perderlos para poder apreciar lo que crearon conmigo. Afortunadamente aún les puedo dar lata. Ahora yo los hago pasar las vergüenzas a ellos para que vean lo que se siente…

Dice mamá Vacci que no le lleve flores a los que ya no están para apreciarlos, pero pues ni le gustan las flores, así que tendré que llevarle otra cosa más creativa que le guste, quizá un cactus.

No esperemos a que ya no podamos hacer nada para tomarnos el tiempo de apreciar lo que hay a nuestro alcance, recordemos la magia que nos rodea y dejemos atrás lo que nos ha causado dolor, al fin de cuentas ya pasó y eso no se puede cambiar, solo podemos aprende de ello y crecer.

Y ustedes hermanos, hermanas, ¿cuál es su historia? Compartan… si se atreven…

Saludos afectuosos.

Mostro.

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