México, mi amante tóxico…

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#MostroVacci


Soy Mexicano. Lo digo con orgullo, a pesar de que muchas personas he han dicho que me debería dar vergüenza. Me dicen que es mejor ser de Estados Unidos por las miles de razones que se les ocurren y les extraña que mi nacionalidad sea parte de mí. Y ni se diga de ser de Tijuana porque es cuando los de otras áreas me consideran muy agringado para ser mexicano y porque dicen que mi ciudad es horrible mientras vienen a comer de ella, diciendo que sus pueblos son mejores.

Amo a mi país. Estoy casado con sus valores y definitivamente divorciado de sus riquezas. Vivo bajo la falsa ilusión de que si trabajo duro, soy honesto y una buena persona voy a tener las recompensas adecuadas. Es una mentira que me han enseñado mis padres. Digo, es una bonita idea que me ha traído mucha satisfacción personal, pero al final de cuentas es una mentira porque un dicho muy común lo dice todo: el que no tranza no avanza, ¿y no es verdad que la gente más mala, más tranza y más corrupta es a la que mejor le va? Lo vemos cada día. Para serles sincero, el ser honesto no me ha traído más que problemas a mi vida, desde emocionales hasta económicos. Y sin embargo, me rehúso a vivir de otra manera.

Porque es el que dice la verdad al que matan por meterse en “lo que no le importa”. Es quien declara sus impuestos al que luego le llegan multas porque no lo hizo correctamente. Son aquellos que se roban las casas o los terrenos ajenos los que ganan propiedades porque “aprovecharon la oportunidad” mientras yo me tengo qué matar para comprarme un pedacito de tierra para hacer mi vida.

Es mi país donde una mujer tiene un valor menor a un hombre. Donde le puede pasar lo que sea y luego le preguntan qué hizo para merecerlo. Donde vemos que suceden crímenes inmencionables frente a nosotros y no actuamos, ya sea por miedo a las represalias o porque simplemente no nos importa. Donde yo como varón tengo que verme como cabeza de familia y por ser gay valgo menos que otros varones. Donde comparan la feminidad con algo infrahumano e indigno. Por eso, el compararme con una mujer es un tipo de insulto para muchos. Donde me gritan “ella” en la calle para denigrarme (y conste que eso mismo me enseñaron a hacerlo cuando yo era chico). Donde me matan o me torturan en público y la gente lo filma y lo comparte para aumentar el morbo. Ese es mi país.

Y comprendo que en otras partes del mundo sucede, pero yo no vivo en esas partes. Yo vivo mi realidad donde existo. Si un día me voy a Dinamarca, les prometo que haré un escrito sobre los problemas de allá.

Es mi país donde me cobran la tercera parte de mi sueldo como impuesto por trabajar y aparte me cobran otra vez por comer, por transportarme, por gozar. Y encima de eso, si pongo un negocio, aunque sea pequeño para hacer mi lucha, me cobran piso con una pistola apuntada a mi cara. Si lo reporto, me matan. Si no pago, me matan. Si salgo, me matan. Si me quejo, me matan, si manejo y le estorbo a alguien me matan. Como que no queda mucha esperanza. Es donde hay impunidad de lo que sea siempre y cuando tengas el dinero para pagar. Y como yo soy pobre, pues amerita cárcel.

Mi corazón se rompe al ver todo eso en un país tan bello, con gente trabajadora (porque somos la mayoría que vivimos con la idea de que debemos ser buenas personas). Mi país es bello, poderoso e inteligente, pero como dice la Ley de Murphy: si echas una cucharada de desperdicios en un barril de vino fino, el vino se convierte en desperdicios. Lo poco hace que lo mucho se pudra. Es la situación que vivimos esos que nos levantamos a las cuatro de la mañana para ir a trabajar por un sueldo miserable, que luego reducen más porque tenemos qué pagarles a esos que solo toman lo que quieren. Tenemos qué preguntarnos constantemente si vamos a tener suficiente para la semana solo por el privilegio de decir que somos personas trabajadoras y honestas. Por el orgullo de decir que no hacemos daño a nadie y que nos rompemos la espalda por tratar de avanzar un poco.

Me mata ver el dolor de mi gente, que busca mejorarse con dos trabajos y estudiando, poniendo en riesgo su salud, su vida, su familia mientras tiene miedo volver a casa y ver que se metieron a robar solo porque a otros se les hace fácil. O que me quiten mi cartera con los míseros 200 pesos que me quedan en la semana porque así son las cosas. Me enfurece escuchar que mis sobrinos no pueden salir a jugar al parque sin miedo a que les suceda algo. Y peor, que si algo pasa, a las autoridades ni les interesa.

Sueño con un país donde puedas existir sin ese miedo constante. Con una comunidad que se una y se proteja. Con una cultura donde la indiferencia y el oportunismo no sean tan comunes, donde pensar en otros al igual que uno mismo a la hora de poner tu música a todo volumen o estacionar tus cinco carros en los lugares de otros no es algo imposible.

Tenemos el potencial, mis queridos unicornios, pero definitivamente nos queda mucho camino por recorrer. Incluso me dijeron que no escribiera este artículo, pero como me daba miedo hacerlo, claro que lo hice. Y lloré todo el tiempo mientras lo hacía.

Estoy cansado, estoy frustrado y creo que no estoy solo en esos sentimientos.

Soy mexicano, Tijuanense de hueso colorado. Amo a mi país. Me gustaría saber que éste me ama a mí también… lo dudo.

Saludos afectuosos.

Un Mostro triste.

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