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Hay algo en común que tenemos aquellos que somos diferentes: nos sentimos el centro de las miradas y las críticas. El atreverse a ser o expresarse de forma distinta a lo que muchas personas consideran normal puede ser considerado un suicidio social, ya que trae consigo la connotación implícita de soledad y aislamiento, cosas que muchos de nosotros tememos y evitamos a toda costa.
Si el solo hecho de hablar diferente o expresar lo que sientes te hace el objeto de miradas de desaprobación, imagina si tienes el atrevimiento a amar a alguien diferente a lo que los roles sociales dictan que debes amar. ¡Ni se diga! Automáticamente te has convertido en un ser que causa horrores, provoca pesadillas y acaba con la sociedad como la conocemos…
Suena exagerado, pero éstas son algunas de las ideas que nos han implantado a muchas personas con el afán de hacernos “normales”. Lamentablemente, al menos en mi caso, muchas de esas ideas quedaron profundamente arraigadas, coloreando cada momento de la vida en un matiz confuso de miedo y coraje. Es difícil probar las mieles de la vida si lo amargo lo traes en lo profundo de la garganta. Siempre, por más que lo intentes, vas a tener el sabor distorsionado.
Ahí es donde viene el famoso clóset, que por definición es un cuarto pequeño donde guardas cosas. En la persona homosexual es el lugar donde guardamos nuestra preferencia sexual por miedo a sentir el rechazo de las personas que nos rodean. Las personas que hemos estado dentro de éste, lo describimos como una sensación claustrofóbica, de aislamiento e incomprensión que va aumentando con cada momento. El lugar es oscuro y tenebroso y se encuentra uno completamente solo. Es fácil imaginar mil y un demonios dentro de ese espacio pequeño, ya que la luz no logra penetrar del todo y entre las sombras, combinadas con nuestros temores, pueden causar alucinaciones tenebrosas, podemos imaginar cosas que van a pasar, que pudieron haber pasado, que hubieran sido diferentes o cosas que quisiéramos vivir que nunca sucederán porque no lo merecemos. En resumen: el clóset es el centro de nuestras inseguridades, ya que lo que le da el poder a sus fantasmas y esqueletos es la falta de auto aceptación.
Cuando tú mismo rechazas quien eres, automáticamente sientes que el mundo tiene una gran aversión hacia ti. ¿Alguna vez has escuchado decir que si no te amas a ti mismo, nadie te va a amar? Suena tonto, pero es una gran verdad. El autoestima es la clave hacia el éxito en las relaciones interpersonales dese las más básicas hasta las más complejas y profundas. Al momento que tú te aceptas por quien eres, lo que vales y lo positivo que le puedes traer al mundo, éste te abre sus puertas y descubrirás todas sus posibilidades.
Esto no quiere decir que todo el mundo te va a amar ni que te van a recibir con brazos abiertos, siempre va a haber personas tontas e ignorantes en el mundo que nos van a medir con sus prejuicios y con lo que ellos consideran que es lo correcto. De hecho, creo que todo hacemos eso, ¿no? Sin embargo, un poco de seguridad llega muy lejos. Las palabras seguras mueven mundos completos y hay personas que tienen tanto potencial que es una tristeza verlos desperdiciarlo por miedo a lo que va a decir la gente.
Hay varias formas de salir de aquél cuarto de horrores que llamamos el clóset. Algunas personas hacen una transición paulatina que se siente más natural; algunos, cansados de la sensación de no poder respirar patean con toda su fuerza la puerta y escapan con una explosión violenta puede dañan a otras personas; otros son sacados del clóset contra su voluntad, generalmente por personas mal intencionadas que buscan dañarnos. A final de cuentas, el resultado es el mismo: una vez libres de sus garras, la sensación de libertad puede ser abrumadoramente grata. Puede que las personas no lo entiendan y sus reacciones no sean como las esperábamos, sin embargo, ya afuera, podemos volar.
Aquí es donde podemos tomar dos caminos: el de la auto-aceptación o el del auto-rechazo. Las personas que nos aceptamos, seguimos nuestro camino y comenzamos a explotar nuestros potenciales, buscamos la felicidad, la autorrealización y, sobre todo, la compañía de alguien que haga sentirnos aceptados y amados. Las personas que toman el otro camino viven en un clóset fuera del clóset, no son libres y sienten coraje hacia sí mismos, el cual reflejan hacia el mundo exterior. Es respetable la decisión de vivir dentro del clóset, sin embargo, no todos estamos hechos para vivir en espacios pequeños. Algunos estamos aquí para vivir y expresarnos libremente y, aunque somos discretos y nos adaptamos a lo que la sociedad exige para poder trabajar, vivimos nuestra sexualidad libremente, sin complejos y sin temer lo que la gente diga.
Se me hace bonito que la gente quiera ayudar, de perdida hay esperanzas en el mundo de que unos aún piensan en otros antes que en sí mismos, sólo hay que tener cuidado de estar haciendo las cosas bien para que las intenciones que tenemos coincidan con los resultados. Recordemos que si no sabemos hacer la canasta, no podemos enseñarle a otros a hacer la suya. Tenemos que ser congruentes con lo que decimos, ya que esa filosofía de “haz lo que digo no lo que hago” es algo que no va. Es como si yo diera clases de cómo ser papá y ni hijos tengo, simplemente no tiene sentido.
Si eres diferente, acéptalo. Sé diferente y sé libre. Eso no quiere decir que te presentes a la gente con una confesión de que eres gay. No le debes explicaciones a nadie. Sin embargo, como ser humano, tienes derecho a pensar y amar libremente.
El clóset es para guardar ropa, no personas.
Y ustedes, hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.