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Soy una persona rara. Lo entiendo. Es algo que me define y que a estas alturas me gusta mucho de mí. Algunos me llaman excéntrico, otros me han descrito como diferente y están los que simplemente me dicen que soy extraño. No me trauma ser así porque me hace único entre un mar de gente que se esfuerza en ser como todos los demás. No los juzgo, simplemente no tengo interés en ser como ellos. Honestamente, creo que me moriría del aburrimiento.
Como individuo, obviamente tengo mis características que me hacen diferente de los demás, las pequeñas cosas que me separan del rebaño. Es parte de la maravilla de ser un ser independiente, imagínense que todos compartimos una mentalidad colectiva unida con un lazo psíquico donde todos pueden leer nuestros pensamientos más íntimos personales, ¡que miedo!
He descubierto que la mayoría de las personas se limitan mucho en base a lo que les da pena hacer. Frecuentemente evitamos situaciones donde nos sentimos expuestos a las miradas ajenas con tal de no sentirnos expuestos, por miedo a ser juzgados y ridiculizados por los que nos rodean, lo que nos impulsa a no hacer ciertas cosas que queremos con tal de no crear olas. El miedo al ridículo puede ocasionarnos que no hagamos cosas que nos puedanb parecer muy divertidas, e incluso que dejemos pasar oportunidades importantes como las del campo laboral. Digo, ¿quién no se ha cuestionado su capacidad a la hora de enfrentar un cambio de puesto en el trabajo? Creo que todos lo hemos hecho en algún momento, sin embargo, no creo que haya actividad que no podamos aprender.
¿Cuántas veces no nos divertimos abiertamente por evitar que nos vean con desaprobación? Yo tengo una risa muy fuerte, la cual estoy seguro que ha espantado a varios a través de los años, sin embargo, no estoy dispuesto a no reír durante el resto de mi vida con tal de no incomodar a gente que nunca volveré a ver. Claro, hay lugares y espacios adecuados, pero no siempre se puede actuar con tanta prudencia, monja no soy.
He vivido momentos donde critican mi voz, la forma en que camino, mi forma de hablar, que actúo muy homosexual, que no me comporto como psicólogo, que no parezco profesor, que soy muy mal hablado, entre otra creciente lista de críticas. Honestamente, si tomo en cuenta lo que la gente dice que quiere ser, creo que sería más raro aún porque me convertiría en una masa pulsante de complacencia ajena que se estira en todas las direcciones posibles con tal de darle gusto a cada una de las personas que me critican. Y creo que al final de cuentas no les daría gusto porque hay gente que nada le complace.
Hasta con mi pareja pasa. Él es calmado, tranquilo, calladito y prudente, o sea, lo más contrario posible a lo que yo soy, y sé que ha pasado vergüenzas por lo extrovertido que puedo ser, sin embargo, acepta quien soy y cuando me paso de la raya me lo hace saber de forma personal sin hacerme sentir mal al respecto. Porque una cosa es tener una conversación y otra es que te regañen como niño travieso.
No me asusta verme ridículo haciendo lo que me hace feliz. No lastimo a nadie y me hace sentirme libre. Como el resto del mundo se sienta y reaccione no es mi problema porque mi mera existencia no les quita absolutamente nada. Yo solo puedo ser yo y el mundo que piense lo que quiera. No estoy dispuesto a editarme con tal de ser aceptado.
Al contrario, prefiero mil veces ser incómodo y abrir los temas de los que no quieren hablar. Prefiero catalizar un diálogo de esos temas tabú con tal de que no sean ellos los que lo tiene qué abrir, al fin que ya que ven que yo no los juzgo, se sienten más libres para hacer preguntas y compartir su historia. Prefiero que esos que se sienten diferentes vean que habemos algunos que somos felices siendo diferentes y que el mundo puede ser un lugar lleno de posibilidades.
He decidido en mi edad adulta que todo eso que me aisló en el pasado serán mis fuerzas. El poder de mi voz ha dejado de aislarme de la gente y se ha convertido en lo que abre los ojos y las ganas de platicar de los demás. Mis excentricidades e idiosincrasias serán lo que más recuerden de mí cuando mi existencia ya no sea física y si puedo, voy a venir a jalarle los pies a uno que otro con tal de seguir dando lata…
No tengo miedo a verme estúpido porque no tengo nada qué probar. Al mundo no le debo nada. Al que le debo mi felicidad es a ese niño del pasado que vivía aterrado porque sabía que iba a tener qué enfrentar al mundo solo y que nunca encontraría a alguien como él. Por él vivo ahora con la libertad que nunca creyó posible. Porque por cada noche que se durmió llorando porque tenía que encontrar la forma de ser como los demás para que no lo rechazaran tiene qué haber una noche hoy donde duermo tranquilo porque tengo todo lo que quiero, hago lo que quiero y mi corazón no vive con miedo de lo que pensará la gente. Y sobre todo, porque aún hay muchos hoy que viven esos miedos que quiero que sepan que las cosas mejorarán en cuanto se harten de temer lo inevitable y acepten que son extraordinarios y que su rareza es su más grande poder.
Vivan si miedo, expresen lo que quieran y no le tengan miedo al mundo. Al final de cuentas, muchos nos quieren intimidar, pero no hay forma que destruyan lo que somos ni el potencial que tenemos. Si otros quieren vivir limitándose la vida, que lo hagan, nosotros no podemos ni queremos vivir de esa manera.
Que me vean como ridículo, mientras tanto yo simplemente seré feliz siendo yo mismo.
Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.