Las cicatrices de mi alma.

claricelecter@hotmail.com

#MostroVacci


Soy una persona dañada. Creo que cualquiera que ha convivido conmigo lo sabe. Mi mente no es perfecta y a veces contiene un gran saboteador que amenaza constantemente en destruir todo lo que he construido a través de los años. Las voces que me dicen cosas negativas son poderosas y constantes y en ocasiones me cuesta mucho trabajo ver el lado positivo de las cosas (difícil, pero no imposible). Incluso las personas que no me conocen a fondo suponen que estoy dañado de alguna forma, ya que por ser tan raro definitivamente tiene que haber algo mal dentro de mí…

Es más fácil ver a una persona como yo y suponer que hay una historia trágica de fondo digna de una novela interesante que hace que cada poro de mi cuerpo exude una tristeza profunda. Un drama incomparable. Lo cierto es que todos tenemos una historia qué contar y no necesariamente son las tragedias las que dominan nuestro mundo. Muchas veces es nuestra interpretación de esas situaciones las que pueden ser la verdadera triste historia. Lo he visto en mi vida personal en muchas ocasiones, más de las que quisiera admitir para ser honesto. Cada momento intenso de mi vida, cuando lo platico con las personas que lo vivieron conmigo, veo que la forma de ellos de interpretarlo es muy diferente a como yo lo viví. En ocasiones lo que me causó mucho daño o me hizo pasar un coraje pesado a los demás no les afecta en lo más mínimo, incluso a veces ni recuerdan el momento de lo irrelevante que fue para ellos. Y no quiere decir que lo hagan menos, simplemente es porque cada quien ve las cosas con ojos diferentes. No dudo que ellos tengan historias qué contar que ni siquiera se registraron en mi radar.

Al momento de comprender esto es cuando la frustración abandonó mi mente. Porque simplemente aceptar que las cicatrices de mi alma son lo que me hacen único es algo poderoso y potencialmente positivo. Definitivamente nadie puede contar mi historia como yo. Conozco cada línea, cada arruga y cada orificio y cueva de mi rota existencia. Las exploro constantemente, no con el afán de revivir los momentos duros, sino de aprender de ellos y utilizarlos para nutrir el fuego que existe dentro de mí. Me ayuda a no olvidar, a agradecer lo que he avanzado hasta ahorita y a mantener los pies sobre la tierra. Sobre todo, me ayudan a recordar ese dolor que hace que mi lado creativo florezca y siga vivo y me empuja a agarrar los pedazos de mi alma y hacer cosas nuevas con ella, obras de arte que sin importar lo que la inspiró, quizá inspiren a otros a crear sus propias obras.

Los triunfos son buenos porque me ayudan a ver el resultado de mi trabajo. Sin embargo, cada fracaso, cada traición, cada lágrima y cada herida me hacen crecer más. Prenden un fuego en mi corazón que si no es contenido, amenaza con destruir todo, pero como toda fuerza de la naturaleza, una vez que es contenida y canalizada de forma positiva hace que los límites de las posibilidades no existan. Esa fuerza es peligrosa cuando no es utilizada correctamente, pero bien explotada, puede salvar vidas. Por eso mismo existe este medio, por eso comparto cada cosa que pasa por mi mente y mi corazón, para que otros vean que hay gente parecida en el mundo, con problemas similares y dudas constantes. Quizá con esa identificación no se sientan tan solos como yo estuve cuando más lo necesité. Como dijo Carrie Fisher: “Toma todo tu dolor y conviértelo en arte”.

Las personas que han pasado por mi vida también son parte de lo bueno y lo malo que se encuentra en mis registros personales. Curiosamente me cuesta trabajo recordar los nombres de esas personas del pasado que hicieron mal uso de mi confianza, pero no se olvida la marca que dejaron. Unas más profundas que otras, pero al final de cuentas fueron grabadas. Desde esa persona que despertó una era completa de sentimientos al tocar mi vientre hasta el que se fue con mi celular de un restaurante de mariscos. Todos me enseñaron algo, ya sea ser más cuidadoso de con quién me relaciono hasta no soltar mi celular para nada. Al final de cuentas todos las lecciones apuntan a lo mismo: a cuidarme a mí mismo.

Definitivamente es un acto de amor propio tomarme el tiempo de convertir toda experiencia en algo positivo. No se trata de poner una sonrisa falsa cuando me siento de la fregada, sino de tomar cada momento y usarlo para nutrir esas semillas plantadas en lo profundo de mi ser para que puedan crecer los árboles que seguirán alimentando esa tierra que me da vida. No hay mensaje más poderoso que verme en el espejo y ver potencial y belleza. Nada aleja más la oscuridad que la luz que emite mi existir. Nada refleja más el poder de mi mente que mis ojos llenos de brillo y ganas de vivir.

Por eso agradezco cada momento, cada experiencia, cada lágrima y cada error. Porque cada uno de ellos me han recordado que lo más importante es no rendirme y lo más interesante es verle las posibilidades de aprender a las cosas. Sí, estoy roto, definitivamente, pero no por eso dejo de ser una obra de arte bella, única y completamente original. Las cicatrices de mi alma solo me hacen más fuerte.
Hay quienes me verán como algo hermoso y otros que verán algo feo y repugnante, eso en realidad depende de lo que haya en su corazón…

Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven.

Saludos afectuosos.

Mostro.

Deja una respuesta