
claricelecter@hotmail.com
Aparentemente hay un libro de reglas para un juego que en realidad no entiendo. Por más que lo he buscado, al parecer es un ejemplar muy difícil de encontrar, pero al parecer, mucha gente lo conoce de memoria y tiene sus palabras grabadas en su alma tan profundamente que en realidad forman parte de su esencia. Es una serie de reglas que debemos seguir en el juego de la vida que dicta cómo debemos actuar ante las demás personas para ser “normal” y aceptado dentro de una sociedad de dobles morales y palabras de los dientes para afuera. Muchos de nosotros hemos escuchado una que otra de sus normas a lo largo de nuestra vida, pero nunca nos hemos topado con el tomo completo…
Durante la mayor parte de mi existencia, traté de hacer un recopilado de los contenidos de semejante volumen, fracasando miserablemente. Creía profundamente que si lo tenía en mis manos y lo estudiaba a conciencia, iba a poder seguir los lineamientos para poder convertirme en algo aceptable para los demás y así podría se uno de ellos. El mundo me amaría porque sería normal y sabría exactamente cómo actuar y qué pasos seguir. Curiosamente lo único que descubrí es que la regla principal es que no es importante lo que eres ni lo que haces, sino lo que aparentas y lo que la gente mira.
Curiosamente, mamá Vacci siempre ha sido enemiga de esa regla y siempre me ha dicho que la autenticidad viene desde adentro. Que hay qué cuidar de no hacer cosas buenas que parezcan malas, pero que cuando un ser humano es bueno por dentro, sus acciones siempre lo van a reflejar. Eso es lo que más trabajo me costó aprender porque contradice lo que la mayoría de las personas que me rodea me demuestra, pero si somos honestos, lo que el resto del mundo opina es cien por ciento irrelevante.
En realidad soy una persona relativamente sencilla, de hecho es muy fácil descifrar cómo soy realmente, ya que no trato de esconder lo como soy realmente. Incluso mucha gente me ha dicho que no debería mostrarme tal como soy porque espanto a la gente. Siempre he creído que asusto a los que tienen algo que esconder. Dicen que el diamante se ve diferente dependiendo de qué cara le estás viendo. Creo que es una verdad muy grande, ya que la perspectiva desde donde esta uno viendo las cosas cambia, por lo tanto, tienes una versión diferente.
La gente que me conoce como alguien buena onda son esas que no se meten conmigo, que aprecian mi humor y que solo necesitan pasar el rato. Soy el típico bobalicón que cuenta un chiste y que siempre tiene una contestación ocurrente para cada situación. Para los que son leales y tiernos conmigo, tienen mi lado más dulce y protector, y las personas que se meten conmigo o que buscan perjudicarme, normalmente tienen mi lado más indiferente y agresivo. Mis defectos no me intimidan como solían hacerlo en un pasado no muy lejano, el problema es que parecen definirme para mucha gente, ¿cuántas veces no me han clasificado como alguien de “cuidado” o “especial” solo porque no dejo que me hagan menos.
De hecho, siempre he creído que mi mayor defecto es al mismo tiempo mi mayor virtud, ¿así o más confuso? El ser directo siempre me ha alejado a la peor gente y me ha hecho amigos muy queridos. Aunque mi mayor frustración fue aprender que a la gente le encanta mientras no dirija mis palabras hacia ellos, porque cuando reciben mi honestidad, se ofenden y se arma el drama. Mientras sea hacia otros, soy creativo, cuando ya es hacia ellos, soy grosero. Vayan a entender eso…
No tengo varias caras, soy simplemente yo. Lo que la gente debería preguntarse es por qué están recibiendo ese lado de mí. Si soy malo contigo, es porque eso mereces. Si soy indiferente, lo más posible es que en mi corazón yo sienta que no mereces más y si soy empalagoso, quizá quiere decir que te considero de gran valor. Cada quien cosecha lo que planta.
Igual, no disfruto hacer menos a nadie. Cuando alguien no me cae bien, tengo mis razones. Incluso cuando me preguntan de ciertas personas que hablan mal de mí generalmente veo la decepción en su cara cuando les digo que no los conozco. Honestamente, tengo mejores cosas qué hacer con mi tiempo para estar odiando a quien me odia. Mejor dedico mi energía a darle felicidad a mi alma y a disfrutar a quienes me disfrutan a mí. En vez de estar celando a mi novio, mejor lo disfruto al máximo. Al menos esa mentalidad me ha evitado muchos problemas y dramas internos. La vida es tan sencilla o tan complicada como uno quiere hacerlo.
Hagamos nuestras propias reglas, escribamos nuestro propio libro, ¿Por qué hemos de vivir bajo las reglas e inseguridades de otros cuando tenemos la capacidad de vivir plenamente nuestra propia realidad? No es necesario atacar las ideas de otros para defender las nuestras, al contrario, una buena plática siempre puede nutrir nuestra forma de ver las cosas. El problema es cuando queremos que otros vivan como nosotros lo hacemos. No se puede. Por algo somos individuos.
Vive, experimenta y no pidas disculpas por ser tú mismo. Total, el mundo ya nos juzga…
Comparte… si te atreves.
Saludos afectuosos.
Mostro.