Ese tema no se habla aquí…

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#MostroVacci

Hay cosas que no se mencionan en una conversación. Al parecer hay reglas que debemos seguir para llevar la armonía en una plática. Si llegan a salir ciertos temas considerados “taboo”, la gente se siente incómoda, se mueve en su silla tratando de acomodarse para ver si las nuevas posiciones hacen que las palabras que sus oídos captan son más digeribles. Muchas veces no funciona…

Cuando estoy platicando con alguien, me gusta tener la libertad de discutir cualquier tema. Honestamente no tengo ni el tiempo ni las ganas de estar andando con precaución para que la gente no se ofenda. No creo que el mundo haya sido diseñado para gente tan sensible, para ser honesto. Claro, hay temas sensibles con los que uno debe tener un poco de tacto, sobre todo cuando son cosas como el abuso o cosas por el estilo. Tampoco se trata de ir por la vida ofendiendo a la gente, simplemente estoy hablando de tener una conversación.

Por ejemplo, el otro día estábamos varias personas enganchados en una charla sobre las parejas. Cuando casualmente llegamos al tema de la plenitud sexual, la única chica casada se puso colorada y empezó a bajar la cabeza y a reírse nerviosamente. Los demás nos extrañamos porque todos somos solteros y sin parejas sexuales, por lo tanto, comentábamos cómo no estamos en nuestro auge sexual. Cuando notamos el comportamiento de esta chica, le preguntamos que si se incomodaba, a lo que comentó que sí, un poco. Es mi amiga, por lo tanto, decidí ver qué tan incómoda la podía poner y le hice más preguntas, al final comentó que está muy satisfecha con su marido, cosa que nos incitó a felicitarla, y luego comentó que se le hace muy raro platicar de eso, considerando que todos somos mayores de 30 años, nos agarró por sorpresa.

Sé perfectamente que no todos tenemos la apertura de hablar de temas privados abiertamente. En lo personal, no tengo vergüenza, cosa que a mis amigos en muchas ocasiones les causa incomodidad, afortunadamente siempre me avisan cuando ando patinando por hielo delgado antes de dejarme ahogarme en las aguas heladas de la pena ajena.

Lo que me preocupa a veces es cuando las personas simplemente dicen que de esas cosas no se platican. Como cuando me decía mi mejor amigo que no era sabio platicarle todo a mi pareja. Decía que era peligroso decirle cada detalle cuando para mí era lo más normal del mundo. Incluso supo de gente con la que salí, porque como yo no tenía nada qué esconder, no sentía que debía editarme.

Definitivamente algo que me caracteriza es que la palabra “taboo” me hace cuestionar el porqué, ¿será que tuve que callarme tantas cosas durante tanto tiempo que cuando siento la censura acercarse siento la necesidad de aplastarla? Puede ser. Al final de cuentas creo en el diálogo y las implicaciones positivas que éste conlleva. El quedarse con las cosas no trae nada bueno.

Nota: aquí es importante recalcar que no se trata de ofender a las personas. La cuestión va más orientada a traer los temas a la mesa que antes no se discutían, como la sexualidad. En tiempos pasados (y no tan pasados) que una madre platicara con sus hijos de sexo era impensable, increíble, sacrílego. No era posible que un padre hablara abiertamente con sus hijos sobre prevención, planeación, aborto o cualquier tema relacionado.

Incluso dentro de la escuela, siendo profesor, llegué a escuchar que la educación sexual de mis alumnos era empujarlos a que tuvieran relaciones sexuales, que hablarles de usar condón era incitarlos a que se fueran corriendo a sus casas, baños públicos y las canchas escolares de su preferencia a disfrutar libre y desenfrenadamente sus cuerpos. Honestamente nunca escuché una plática sobre educación sexual que empezara con “a partir de ahorita, hay que tener mucho sexo”. Seamos realistas. En la mayoría de las ocasiones, el propósito es la prevención. Ya que muchos padres de familia se niegan a conversar con sus hijos, esas conferencias están orientadas hacia prevenir un embarazo o peor aún, un contagio. Hay una epidemia considerable de VIH en el mundo, para aquellos de ustedes que no están enterados…

Otro tema prohibido son las enfermedades. A la gente le cuesta tanto trabajo hablar de su propia salud que a veces prefieren esperar a que empeoren las cosas antes de ir al médico. Ni siquiera con los profesionales de la salud quieren abrirse por miedo o vergüenza, el resultado es el mismo: arriesgan su salud.

Y ni se diga de platicar con un psicólogo, ¡Uy! Es como si pedir ayuda fuera hacer a la gente explotar. Incluso varias personas que van a terapia, cuando llegan a comentar algo al respecto, les dicen “pláticas” porque así suena más paladeable.

Mis adorados lectores: el necesitar ayuda no nos hace débiles. Es el que pide auxilio el que más valor tiene. Quiere decir que está dispuesto a analizar la situación y enfrentar lo que sea con tal de estar mejor. Esas con las personas valientes. El ser fuerte no significa actuar como que nada te llega porque al final todos somos humanos y tenemos inseguridades y defectos, el ser fuerte significa comprender nuestros limitantes y trabajar con ellos para enfrentar nuestros miedos. Las personas más valerosas son las que avanzan por la vida aunque el terror los quiera paralizar, les tiemblen o no las piernas. Y muchas veces hablar de nuestros miedos nos ayuda a identificarnos con otras personas que están tan asustadas como nosotros, así en ocasiones podemos caminar juntos y servirnos de apoyo.

Entonces, hablemos de sexo, hablemos de religión, hablemos de enfermedades, ¿qué es lo peor que puede pasar? Chanza y aprendemos algo…

Y ustedes, hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…

Saludos afectuosos.

Mostro.

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