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Una vez, caminando con mi madre por la calle en una tarde casual siendo yo muy pequeño, nos topamos con un hombre que portaba una gran cantidad de tatuajes. Mi madre hizo una cara de horror y comentó a nadie en particular que ese hombre estaba enfermo (palabra utilizada para designar a todo ser humano diferente a lo que ella consideraba aceptable dentro de sus parámetros.
Personalmente, a mí no me pareció algo tan horripilante como para salir corriendo y tener pesadillas el resto de mi vida, recuerdo haberme preguntado qué significaban los dibujos que traía ese hombre, seguramente insignias de alguna enfermedad tenebrosa, contagiosa y mortal. Pero si mi madre decía que ese hombre era un enfermo, lo era y punto.
En otra ocasión, en un paquete de chicles me salieron unos tatuajes de colores que me parecieron maravillosos. Los saqué del paquete y a ponérmelos con agua. Yo me sentía el niño más interesante del mundo con mis dibujitos de colores en los brazos, tres en cada uno. Al verme mi hermana mayor, me gritó que los tatuajes eran para los que están en la cárcel y me ordenó que me los quitara al instante; frustrada por mi falta de eficiencia, agarró un estropajo de acero de los trastes y me quitó los tatuajes, junto con unas cuantas capas de piel.
Mensaje captado: Los tatuajes son para personas malas e indeseables.
Afortunadamente, en la adolescencia estuve rodeado de personas muy interesantes, almas libres que me mostraron que ser diferente no significaba que eres malo. Conocí a personas que cantaban, personas que dibujaban, otros que eran genios para las matemáticas y otros que eran simplemente callados y estaban contentos siendo serios. Así es donde me topé con esas personas con el mayor estigma: el tatuaje.
Ya tratando con personas tatuadas, me hice a la tarea de preguntarles cuál es el propósito de marcar permanentemente su piel con tinta. Por suerte, mis amigos siempre han sido muy pacientes conmigo y han contestado mi largo desfile de preguntas y curiosidades. Ellos me ayudaron a comprender con sus testimonios que para ellos el tatuaje en su cuerpo generalmente representa algo diferente: para algunos, son muestras de identidad; para otros, una expresión de su cuerpo e incluso, para otros, puede representar a una persona especial como un hermano, un amante o un hijo.
Gracias a mis amigos, logré comprender que la expresión del arte, sea cual sea la forma de hacerlo, es una belleza, una maravilla humana que nos hace diferentes los unos de los otros. Por definición, persona significa individuo, aquél que es diferente a otro. Fue entonces cuando descubrí que el potencial humano para ser creativo es infinito y es tan vasta su forma de expresarlo que no hay forma de encontrarle límite.
En ese tiempo decidí incluirme en el grupo de los tatuados, diseñé mi marca aun estando en la preparatoria (la cual incluso ahora adoro) y escogí el lugar de mi cuerpo donde la iba a lucir. Todo bien, ¿no?… No.
Aún me plagaban las ideas que toda mi vida han sido programadas: que las personas tatuadas son un estigma para la sociedad, que son criminales, sucios e indeseables, incluso enfermas. Todo a un nivel inconsciente, sin embargo, con un efecto poderoso en mi vida, por lo que no me puse mi deseado tatuaje. El miedo ganó como en tantas otras ocasiones.
Incluso busqué las alternativas como ponérmelo con henna para ver cómo me sentaba, lo hice dos veces y ambas me sentí bien mientras lo portaba, pero al desvanecerse, sentía una tristeza considerable, mezclada con cierto resentimiento ante mi cobardía.
Años después, estando en un trabajo donde los tatuajes siguen siendo mal vistos en nuestra sociedad me pregunto si algún día podremos apreciar la belleza en todo su esplendor. Como psicólogo, me han preguntado mi opinión sobre los tatuajes y cuando les digo que los encuentro bellos, me ven con la cara de horror que vi hace tantos años en mi madre, seguidos por el comentario de que un profesionista con tatuajes da una “mala impresión”, si supieran la lista de defectos que tengo como ser humano, me pregunto si alguien fuera a consulta conmigo.
Definitivamente, las opiniones de las personas siempre me han parecido interesantes. Se me hace curioso cómo formamos nuestras opiniones basándonos en los esquemas mentales que vamos modificando con cada experiencia que vivimos. Todos lo hacemos, es lo que nos identifica como individuos, irrepetibles, creativos y capaces de una gran imaginación. El problema se presenta cuando nuestras ideas chocan con las de otras personas y a la fuerza queremos que ellos se adapten a nuestros principios, sin siquiera mostrar el debido respeto a lo que ellos consideran correcto y aceptable.
¿Es en realidad tan difícil ser abierto a las diferentes personas que hay en el mundo? Por experiencia personal me he descubierto que al preguntarles a las personas sobre aquello que los hace diferentes (de una manera respetuosa, claro), muchas de ellas te comparten con gusto experiencias increíbles e ideas tan interesantes que hacen que tus horizontes crezcan y tu cultura se expanda. Otra ventaja es que, al sentirse respetadas, puedes ganar unos grandes amigos, lo cual siempre es mi parte favorita.
Inténtelo y verán las maravillosas experiencias que les esperan. Por mi parte, yo estoy próximo a unirme al club que tanto admiro.
Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.