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Los humanos actuamos de maneras muy raras. Nos la pasamos observando al mundo y juzgando bajo nuestras propias reglas lo que es bueno y lo que definitivamente no lo es. Definitivamente nuestros instrumentos de medición están calibrados de forma muy personal porque al parecer los valores universales van cambiando de persona en persona, sobre todo cuando algo no le conviene a las personas porque es cuando la línea que divide lo bueno y lo malo tiende a moverse considerablemente.
Por ejemplo, cuando alguien está teniendo una relación a escondidas de su pareja. Mientras anda haciendo lo que quiere cuando quiere no es algo malo, pero cuando otra persona lo hace (incluyendo la pareja a la que está engañando), ya es algo malo e inmoral. Y sobre todo, mientras no se descubra su propia indiscreción, lo condena apasionadamente como algo malo, pecaminoso y sucio. El momento en el que se descubre lo que anda haciendo, resulta que es un ser humano débil e imperfecto que no pudo controlarse. Cuando las reglas aplican a uno mismo, tendemos a minimizar nuestros errores.
Cuando alguien se roba algo, la gente lo condena, pero cuando uno de sus hijos mata a otro ser humano, resulta que es defensa propia, ¿no acabamos de ver la noticia de la madre diciendo que a su hijo lo mataron cuando él sólo asaltaba? Les apuesto lo que sea a que si alguien la hubiera asaltado a ella, de animales y criminales no los hubiera bajado, porque cuando su hijo le pone un arma a otros para quitarles sus pertenencias, no es algo tan malo, pero si le hicieran eso a ella, entonces si es algo malo, ¿cómo tiene sentido eso?
También hacemos ruido por las cosas más idiotas. Hace un tiempo que estoy viendo las marchas por la familia donde a mi comunidad la tachan de mañosa, de problemática y de peligrosa que deben mantener alejados de los niños. No parecen comprender que no nos interesan sus hijos ni queremos nada con ellos. Al contrario, queremos que los mantengan lejos de nosotros. Pero ahí andan marchando y gritando por las calles mensajes de odio escondidas tras la religión, llamándonos abominaciones mientras el país tiene problemas reales en el mundo. Solo agarran el problema que está de moda, sacan el odio que traen en su corazón y luego van a lo siguiente que los hace enojar.
Mientras sea tendencia se rasgan las vestiduras clamando justicia hasta que se les pasa la adrenalina. El país tiene crisis económica, está invadida de delincuencia y las mujeres viven en constante peligro pero es más importante gritarte a uno de esos raritos que van por la calle sin molestar a nadie. Cada que matan a una de nuestras hermanas solo es cuestión de esperar unas semanas a que queden en el olvido y la justicia pasa a segundo plano, pero hay qué marchar en el nombre de un dios vengativo, celoso y berrinchudo que nos enseña a odiar y juzgar a todos los demás, porque resulta que mis acciones no aplican.
Deberíamos estar enfocados en mejorar lo que hay en vez de solo sacudir la cabeza con desaprobación y hacer sonar la lengua con desacato. Quejarse es fácil, tomar las riendas de la situación requiere valor. Queremos que las cosas mejoren, pero no nos molestamos en levantarnos de nuestros cómodos asientos para hacer algo al respecto. Que otro lo haga, siempre y cuando yo reciba los beneficios que se obtengan del esfuerzo, porque eso sí, si otros reciben y yo no, de nuevo voy a protestar.
El luchar contra la ignorancia es algo muy cansado porque es un esfuerzo contra la corriente. Las acciones más pequeñas son las que se van acumulando. No podemos exigir recibir lom justo cuando estamos tomando más de lo que nos corresponde. Seamos realistas. Queremos ser equitativos para recibir las cosas pero le estamos invadiendo el estacionamiento al vecino. Nos quejamos de que el de la tienda nos robó el cambio pero nos estamos robando la luz y le vaciamos el tambo a la vecina cuando se va a trabajar, al cabo que el que no tranza no avanza.
Recordemos que el hecho de que se da la oportunidad de hacer cosas indebidas sin que la gente se entere no quiere decir que debemos hacerlo. La honestidad es lo que se da cuando nadie nos está viendo. Recordemos que, si tenemos que hacerlo a escondidas para que no nos vean, generalmente es porque no está bien lo que estamos haciendo. No importa si no se van a dar cuenta, ¿quién va a saber? se pregunta la gente? Yo voy a saber es la respuesta adecuada. Si uno puede vivir consigo mismo sabiendo que es un hipócrita, hay algo muy retorcido en sus esquemas.
No podemos pedir lo que no damos. Si somos personas deshonestas, gandallas, aprovechadas y oportunistas, tenemos que recordar que siempre hay alguien más mañoso que uno y nunca nos va a gustar que nos ganen en nuestro propio juego. Y sí, quizá para muchos sea una tontería el tratar de ser honestos, pero al menos los que lo intentamos podemos dormir tranquilamente sin miedo a que nos descubran haciendo cosas que nos den vergüenza.
Tengamos congruencia o simplemente no abramos la boca.
Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.