Cuando la gente piensa que tengo catorce años…

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#MostroVacci

Bien, acabo de cumplir cuarenta años. Ya sé, soy un don. Déjenme. Estoy disfrutando tanto mi vida que no me molesta empezar a sentirme adulto de a deveras. L haber sobrevivido todas las vueltas de la montaña rusa de las emociones, los sentimientos, los traumas, la terapia, la economía y una larguísima lista de etcéteras para llegar al momento de calma y paz que estoy experimentando ha valido completamente la pena, tanto que en realidad pensé que algo así no era posible, que siempre iba a haber algo que me tumbara de mi momento de tranquilidad.

Algo que pensé que iba a cambiar es la percepción que la gente tiene de mí. Al parecer en los ojos de algunas personas nunca seré un adulto porque me dan consejos como si fuera un chico de catorce años apenas encontrando su identidad y decidiendo lo que quiero ser cuando sea grande. Al parecer, cuando salgo de su campo visual me voy volando a la tierra del nunca jamás y me la paso platicando con campanita porque así se comportan a veces.

Es frustrante encontrarte con consejos no solicitados sobre tu salud, tus finanzas y los inevitables comentarios sobre mi peso, el estatus de mi calvicie o el número de arrugas que ya tengo en la cara o la cantidad de canas que se me ven. Digo, les recuerdo que tengo cuarenta años, así que es normal que ya me vea como un adulto de cuarenta años, según mis cálculos. Y mi énfasis sobre mi edad no es por mi pobreza de sintaxis, sino que es porque constantemente me tengo qué recordad en qué etapa estoy nde mi vida para no dejarme llevar por la visión que los demás tienen de mí.
Porque resulta que todo el mundo es experto en lo que tengo qué hacer y lo que no debo hacer. Sea lo que sea el tema a tratar. Todos tienen algo qué decir sobre lo que necesito, lo que debo evitar, lo que tengo qué hacer, lo que debo evitar, cómo debo usar mi dinero, en qué debo trabajar, lo que debo pesar, que debería ponerme una peluca para no verme tan pelón, que la ropa que uso o es muy apretada o muy suelta, que se me ve la barriga y que debería darme vergüenza, que me vista de mi edad, que me vista más juvenil, que debo hablar de cierta forma, en fin, la conversación no parece tener fin.

Pero sucede algo interesante que muchos no entienden: soy consciente de lo que mi cuerpo y mi mente necesitan. Sé lo que me hace daño, lo que me gusta, lo que no me gusta y qué pasos debo seguir para estar bien. No necesito que me recuerden constantemente lo que tengo qué hacer. Porque resulta que si lo les digo lo mismo, la gente se enoja y me dice que no debería estar opinando en lo que no me incumbe, pero para estar dando lata conmigo, al parecer ahí sí tienen toda la incumbencia del mundo. Pues resylta que el que tiene que llevar las consecuencias de mis decisiones soy yo. Yo soy el que carga con los dolores de mi cuerpo si me dejo subir de peso, yo debo ser el que batalla si me gasto todo mi dinero y yo soy el que se tiene qué ver en el espejo si decido verme feo y desaliñado.

Si traigo las uñas pintadas, cierta gente me mira con desaprobación y resulta que hasta peleas causan entre los que me conocen. Si me visto de cierta manera, no falta quien me lanza la mirada de desaprobación o que comenta que no me queda. Lo que me pregunto cada vez que alguien abre la boca es ¿qué les importa? Comprendo que muchas veces en su mente se digan que tienen las mejores intenciones y que me están cuidando, pero reitero que no tengo catorce años. Y no hay nada peor que te estén tratando como un niño malo que no entiende.

Y a veces, pare ser honestos, no es porque tengan tu salud en mente, a veces nada más es para estar jodiendo. Hay gente que nada más abre la boca para hacer un comentario molesto simplemente porque puede, quizá porque así proyecta sus inseguridades en otros. En lo personal, lo que más me enfada es que se me acerquen y me digan que estoy bien repuesto, bien reportado, o mi favorito, “que bárbaro, qué marrano estás”. Es el momento que un encuentro agradable se convierte en un desinterés por seguir platicando con esa persona y empiezo a buscar la manera de retirarme. En un tiempo estuve regresando los mismos comentarios, pero descubrí que la gente se ofende muy profundamente, por lo tanto, ahora solo sonrío y los dejo ser, al cabo que no hay nada que yo pueda decir que hará que la gente entienda lo molesta que es, así que por mi paz mental, mejor me dedico a mi mundo y dejo a la gente ser tan desagradable como quiera. Total.

Soy adulto, me cuido y me amo como soy, y la verdad, no necesito pláticas ni comentarios sobre los pasos que debo dar para estar mejor. Si lo hago, es asunto mío y mío nada más y si no lo hago, es la misma respuesta. Por eso mimo evito estarle comentando a los demás lo que yo creo que deben hacer, para que no me estén molestando con lo mismo, pero muchos no agarran la onda. Que cada quien cuide de su patio y que dejen de estar cuidando los ajenos.

Dejemos que el mundo gire y hay qué ocuparnos de nuestros asuntos para no tener la necesidad de vigilar los ajenos, les aseguro que serán más agradables las pláticas así.

Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…

Saludos afectuosos.

Mostro.

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