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Mi frase favorita. Siempre que alguien me va a decir algo completamente irrespetuoso, mala onda, o grosero, resulta que la empiezan con el clásico “con todo debido respeto”, y luego la terminan con el comentario más odioso que se les ocurre. Al parecer, prefijar una irracionalidad con la máscara del respeto es una buena manera de esconder el hecho de que acabas de decir una bestialidad. Es bueno saberlo…
De hecho, a través de los años he logrado identificar varias formas diferentes con las que la gente esconde el veneno de sus palabras. Claro, siendo maricón, raro y muchos otros etcéteras, me ha tocado estar del lado recibidor de los comentarios, aunque no me he podido escapar de ser el repugnante en varias ocasiones (lamento decirlo, pero no lo hace menos verdaderos), pero al menos es algo en lo que trabajo constantemente para mejorar. Digo, si vas a ser un patán, de perdida ten el valor de admitirlo en vez de esconderte tras el “soy muy honesto”. Que quede claro que no es lo mismo ser una persona honesta y una mamona.
Y curiosamente me he dado cuenta de que la gente más mala, venenosa y odiosa que he visto siempre dice que es directa, honesta o “claridosa”. No me vengas a decir que eres así de repugnante porque no te guardas nada porque muchos de los comentarios que se hacen son porque disfrutas herir a la gente. Cuando tus palabras solo sirven para causar dolor en vez de ser una crítica constructiva que ayudará a otros a mejorar quiere decir que eres una persona cruel. Yo conozco a mucha gente que es directa y sin embargo no es cruel ni grosera. Mamá Vacci te dice la verdad en tu cara, pero nunca se mete con nadie y mucho menos anda tirando tierra a la gente y menos a sus espaldas. Si tiene algo qué decir te lo dice a ti y no al resto del mundo.
“En mi humilde opinión” también se me hace una expresión hilarante. Cuando necesitas decir eso antes de decir algo, lo más posible es que tu opinión primero que nada no tenga nada de humilde, para continuar, sea algo que no trae nada positivo a la mesa y, para acabar, que nadie te lo haya solicitado. En esos casos, como no es necesario compartir tu opinión con el mundo, la mayoría de las veces es mejor guardártela para ti mismo. Claro que tienes derecho a tus opiniones. Todos las tenemos, pero son como las nalgas, no todos queremos ver las tuyas.
Personalmente, mi mente es venenosa. Lo admito. Muchas veces veo el comentario siseante pasar por mi cabeza y sé perfectamente que su razón de ser es para molestar, causar controversia o humillar. No trato de esconderlo para nada. Es mi naturaleza y no la niego. Pero cuando detecto la podredumbre de mi alma que quiere salir y causar daño, es cuando me hago las preguntas “¿en realidad trae algo positivo el hacer ese comentario o simplemente es algo bajo lo que quieres decir?, ¿Le trae algo útil al mundo decirlo?”, si la respuesta es no, entonces me callo y dejo el momento pasar. La necesidad de abrir la boca pasa y no le traje mala energía al mundo. Problema evitado.
Creo que a veces nos enfocamos tanto en nuestro propio placer que a veces pasamos por alto los sentimientos de otras personas (porque ser malo es rico a veces). Claro, mis palabras quizá causen gracia a algunos, pero la persona que reciba mis dagas puede ser herida, porque uno nunca sabe lo que estén pasando en ese momento, si tengan la fuerza para soportar las pedradas o si andan de humor para reírse y dejar pasar el momento. Es posible que su estado de ánimo ande bajo o irritable y termino en una pelea, todo por no saber cuándo mantener la bocota cerrada. Me considero un hombre honesto, pero cuando necesito aplicar un filtro para ser mejor persona, créanme que lo sé aplicar. No me gusta causar dolor con mis palabras.
“Si quieres saber mi opinión” es la otra. No, no quiero saberla. Es como cuando alguien me pidió leer un poema que hice. Se lo compartí y comenzó a criticar su esencia, las palabras escogidas sonaban forzadas, el ritmo, etc., a lo que le dije que si hubiera querido una calificación, lo hubiera metido a un concurso de poesía donde expertos lo podrían revisar. Me dijo el tipo que me estaba haciendo unas observaciones, pero le dije que no estaba interesado en escuchar su opinión, que solo compartí lo que me pidió, no que andaba buscando críticas. Al final de cuentas es mi escrito y por algo lo hice de esa forma, a mí me gusta y punto. Me ha pasado lo mismo con estos artículos, me han dado recomendaciones para cambiarlos y siempre pienso lo mismo: son mis escritos, no tuyos, ¿por qué no haces los tuyos a tu manera mejor y dejas los míos como son? Te aseguro que si tú compartes algo conmigo lo disfrutaré como esté y nunca te diré si escribes bien o no. Solo sé lo que me gusta y lo que no, pero eso no me hace experto en literatura.
Es como cuando me ve la gente y me dice lo gordo que estoy. OK, es una buena manera de recibir la mirada de las mil muertes si es lo que sale de tu boca cuando me miras. Lo sé, soy gordo, tengo espejos, en realidad no necesito que me lo estés recordando con tu tono de sorpresa mientras me sobas la panza para recalcar tu punto. Eso no te hace una persona agradable. No. Eso te convierte en la típica señora que todos evadimos cuando la vemos, la que siempre hace ese tipo de comentarios. De hecho, debería haber un onceavo mandamiento: “No le dirás a un gordo que está bien gordo”. Y debería ser mortal.
Y lo peor es que cuando les pagas con la misma moneda a esta gente, se molestan y te dicen que eres un grosero. Un buen ejemplo es una señora que cada vez que me la topaba me daba un abrazo y me agarraba las lonjas mientras me decía “ya como que cuelgan mucho, ¿no?”, hasta que un día le agarré las nalgas y le dije lo mismo. Hasta la fecha me mira feo. Ups. Algo me dice que mi comentario no fue muy grato para ella. Creo que sus nalgas eran un tema muy sensible para ella, pero no parecía importarle mucho qué tan sensible era yo sobre mis lonjas. Bueno, al menos dejó de hacerme sus comentarios…
Tengan por seguro que las monedas valen diferente cuando uno las recibe a cuando las reparte. No podemos esperar que la gente nos adore si somos odiosos. Y para esas personas que se esconden tras tu “honestidad y claridosidad”, no se vayan a ofender cuando les ofrecen la misma cortesía.
Lo que tú lanzas al universo es lo mismo que vas a recibir, así que cuidado con lanzar piedras al aire porque te pueden descalabrar…
Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? (ahora í me interesa saber). Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.
En la vida hay que estar
muy feliz de haber
realizado con tres cosas:
Tu vida,
Tu ser o estar
Y tus éxitos
Nada es más importante que eso.
Bendiciones , adelante y que vengan muchos artículos más.
Gracias por tus palabras, Blanca. Siempre tan sabias y bienvenidas.
Un abrazo.
Mostro.