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Hay algo que me llama mucho la atención de la gente: que para decirte algo muy sencillo tarda siglos para llegar al punto. No logro entender cuál es la gran demora. Es como si quisieran perderte en una infinita carretera llena de curvas como si fueras un asesino que anda siguiendo su carro para filetearlos. Y lo peor de todo es que a veces ellos mismos pierden el hilo se su conversación y te preguntan de qué estaban hablando. Ni idea…
No hay nada que me desespera más que una conversación con una persona que le da tantas vueltas a las cosas que de aquí a que llega a lo que va ya perdí el interés en lo que está diciendo. “Es que cómo te lo lo digo, a veces parece como que, por ejemplo, como cuando la gente dice que… bueno, no es exactamente así, pero pues, quizá estoy mal, pero a veces me da la impresión de que son las cosas así como ajá” y terminan con mi pregunta favorita: ¿sabes a lo que me refiero? Honestamente, no. Ni idea tengo de lo que me quieres decir porque no dijiste nada. Te aseguro que en lo que viajaste todo eso yo no avancé nada y lo más posible es que mi mente ya esté a kilómetros de aquí, pensando en una sintaxis que tenga sentido.
La verdad, la forma torcida de comunicarse es un cáncer para mi bello idioma. Hay todo tipo de conductas que deberían ser criminales. Pecados mortales, de perdida, por hacer que las ideas se compliquen. Porque en vez de ser claros, concisos y directos, hasta los ojos se me enderezan de tanta vuelta. Es horrendo.
Otro ejemplo que siempre hace que me quede patinando es cuando me hablan del “deste”, ¿qué? No sé qué es un deste y la gente espera (para mi completo asombro) que entienda a lo que se refieren. A veces ni siquiera se dignan a apuntarle a la “desta” en cuestión, que de perdida me daría una clave para poder adivinar lo que es. Y para acabarla de joder, cuando les pregunto, la forma más lógica de responderme para ellos es repetir lo que no entendí para empezar: ¡la “desta”, “la desta”! Ah, OK, ya, la “desta”, claro. También lo hacen con los nombres, si me hablan de alguien, Mario, por ejemplo y les digo ¿cuál Mario?, me repiten dos veces el nombre y esperan que sepa cuál es. Nop. Me dejaron en las mismas.
Está bien, a veces el tema que quieres platicar es difícil. Pero no por eso lo vas a complicar más tomando todas las salidas posibles con tal de evitarlo. Toma tu tiempo, mide tus palabras y saca lo que quieres decir. Es horrible estar esperando a que te decidas llegar a la meta. Y no es porque a veces se necesita tomar un momento para respirar y enfrentar un momento incómodo, sino que hay gente que para toda plática parece avioneta haciendo piruetas. Para alguien como yo puede ser algo frustrante y eso que me considero paciente, pero hay gente que le gusta ver hasta dónde aguanto y eso no es bueno.
Otra forma de hacer tiempo es con las muletillas, estar repitiendo las mismas palabras constantemente con tal de rellenar los espacios nos suena como que damos la impresión de ser mucho más inteligentes de lo que somos. Error. Una persona que para cada dos o tres palabras dice “verdad”, “o sea” o “esteeee” no suena muy intelectual. No es posible que no puedan conversar de forma fluida sin estar metiendo paja entre las palabras. Uno suena más ignorante de esa forma. Y no tiene nada qué ver con la educación escolar porque he conocido a profesores y todo tipo de profesionistas que hablan de esa manera, de igual manera hay gente que tiene niveles escolares bajos y se expresa correctamente.
El español es un idioma muy hermoso. Lo amo. Ver cómo lo asesinamos lentamente con el uso que le damos tiende a ser muy doloroso para mi corazón Mostroso. Está bien, todos tenemos errores al expresarnos, pero no todos nos tratamos de superar. Muchas veces en el afán de facilitar la forma de comunicarnos, resulta que ponemos más y más barreras de comunicación. Cansado estoy de recibir mensajes de Whatsapp con abreviaciones tan macabras que tengo que preguntar qué significan, y generalmente cuando me explican, lo hacen con el todo de que soy la persona más idiota del mundo, solo porque en su mente es obvio. Yo detesto las abreviaciones, por lo tanto, tiendo a evitarlas, porque si no llega mi mensaje como quiero que llegue, puede dejar espacio para malinterpretarse y eso nunca es bueno.
Yo sé que soy una persona directa y que a veces mi falta de rodeos perturba a la gente, la sutilidad nunca ha sido mi fuerte, pero igual, los extremos no son buenos, así que he trabajado constantemente porque a veces hay que tener un poco de tacto y no siempre se puede ser el chorro de agua fría en la espalda de la gente. Si así la gente luego me tiene miedo, imagínense si siempre dijera lo que pasa por mi mente. El mundo probablemente explotaría.
Seamos claros en lo que queremos expresar, mis queridos unicornios. El mundo ya tiene suficientes problemas por la mala comunicación que hay, no necesitamos más malentendidos. Si queremos que los demás capten nuestro mensaje de la forma más acertada es importante que sea adecuado y que contenga las partes cruciales. Si en tu mente no tiene sentido, te aseguro que en mi mente menos, y si necesitas detenerte para preguntarme de qué hablabas porque tú mismo te perdiste, te podrás imaginar dónde ando yo…
Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…
Saludos afectuosos.
Mostro.