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Me encanta descubrir mis defectos cuando veo a una persona. Son el mejor espejo. Me ven después de un tiempo y comienzan a darme una lista de lo que he cambiado en el periodo que no me han visto. A veces ni siquiera me dicen hola o que les da gusto veme, sino que simplemente me apuntan a la parte del cuerpo que notan primero y me reciben con un “estás más……”
Para aquellos que no lo saben: soy un ser humano. Tengo defectos en mi cuerpo y en mi personalidad. Si no cuido lo que como engordo. Mi cara se arruga y mi pelo se cae. De hecho ya casi no tengo cabello. Tengo los ojos chuecos, estrabismo se llama, mis dientes no están alineados, tengo pecas y manchas en las manos. Soy un desastre.
Lo curioso es que la gente siente la necesidad de mencionarme esos defectos cada vez que me ven. Ayer me topé con un amigo que pasó a saludarme a la escuela donde trabajo. Quería presentarme a su esposa y a su hijo. En cuanto me vio, me dio un abrazo y me comentó que estaba más pelón que nunca. En realidad no me molestó porque sé que no lo hizo con mala intención, sin embargo me recordó ese fenómeno que veo cada vez más seguido.
Tengo una conocida que cada vez que me daba un abrazo me agarraba las lonjas de la espalda y me decía “mijo, cada vez están más guangas”. En ese tiempo mi peso aumentaba considerablemente y por supuesto, era un tema muy sensible para mí. Lo peor que podían hacerme es decirme que estaba más gordo. Cada vez que lo hacía, me sentía profundamente herido. Afortunadamente los comentarios cesaron después de que un día le agarré las nalgas y le dije que cada vez estaban más guangas. Hasta la fecha está sentida conmigo. Ups.
Hace unas semanas la señora de la tiendita que está afuera de mi escuela vio mi gran cabeza calva y me dijo que fuera a comprar bergamota , que con eso me iba a salir pelo. Cuando le dije que en realidad no me interesaba comprar remedios para la calvicie me dijo que por qué no me pelaba por completo para no verme tan feo porque así como me sale el pelo se ve muy chistoso. La señora se mostró muy ofendida cuando le dije que así me gusta. Hizo su cara de “uy perdón” y me dijo que sólo me lo decía para ayudarme.
Mi respuesta hacia los remedios caseros que siempre me recomiendan para curar mi perpetua fealdad siempre ha sido la misa: el autoestima sale más barato. Se me hace chistoso que a la gente se le haga tan extraño que yo me ame como soy. Lo sé, soy bicho raro. Debo pasarme la vida deseando tener los atributos de otras personas. La belleza que no me tocó. Sin embargo, yo me gusto, lo siento. Creo que la combinación de virtudes y defectos que tengo me hacen único y que ya no tengo 13 años como para estarme preocupando de si soy bonito o no.
Soy Mostro. Tengo cosas buenas y cosas malas. A mi manera soy bello. Muchas personas me consideran atractivo y otras muchas creen que soy feo con ganas. Eso a final de cuentas es irrelevante, ya que mi pareja me dice que así le gusto. Honestamente los demás salen sobrando. Así gordo y feo mi chico me abraza y me dice que soy su Mostro hermoso y eso anula al resto del mundo.
Hace unos años fui al médico en el Issste para abrir mi expediente y checar unas cosas. Entrando me dice el doctor que soy obeso, ¡Wow, gran descubrimiento! Luego me dice que tengo estrabismo, obviamente delatado por lo chueco de mis ojos. Y tienes vitíligo en las manos (las manchas blancas que algunas personas tenemos). Eso ya fue el colmo, le pregunté si me iba a cuestionar la razón por la que vine o si sólo iba a enumerar mis defectos. El médico me preguntó un poco avergonzado a qué venía y la consulta pudo al fin continuar como debía ser.
Gente, tengo espejos. En realidad no necesito que me apunten a mi gran panza o mi gran calva y me hagan saber cómo resalta o qué tanto ha crecido. Ya lo sé. Lo veo en mis espejos cada día. Quizá sientan que es un servicio social o que me están haciendo un gran favor al traerlo a mi atención, pero en realidad no es necesario. Soy gordo y feo, ya lo sé. No necesitan marcar esa nota amarga en el encuentro. Les aseguro que el gusto que me dio verlos ya disminuyó considerablemente. Luego volteo los ojos y les digo que ya lo sé y se hacen los ofendidos y me dan el clásico “bueno, yo nomás decía” seguido por mi favorito “y eso que eres psicólogo”.
En realidad (y les pido que guarden el secreto) soy un ser humano, mi título me dice lo que hago para ganarme la vida, no la persona que soy. Y menos me dice que no debo tener sentimientos e inseguridades como cualquier ser humano. Claro que trabajo en mi autoestima, pero en realidad no ayuda que cada persona me comente que estoy más gordo o más arrugado. En realidad no es productivo.
Entonces, ¿por qué no nos enfocamos en ser positivos y señalar algo que nos guste? ¿Es en verdad nuestra cultura tan pobre que sentimos la necesidad de hacernos menos los unos a los otros? No creo que sea el caso, o al menos, me gustaría creer que somos mejores que eso. Como dice Lennon “quizá me llames soñador”.
Otra cosa que noto es que la gente que más opina es la que menos permite que opinen de su vida. Platicando con un compañero de trabajo que siempre mete su cuchara aunque nadie lo invite a la cena me contaba que se había enojado mucho porque alguien den trabajo le recomendó que comiera más ensaladas porque estaba engordando mucho. Estaba enojado. Curiosamente él siempre hace comentarios y recomendaciones a otras personas y se ríe cuando nota que sus palabras hirieron a la otra persona. Para rematar, después de contarme eso, cierra con broche de oro diciendo que él es muy metiche pero que no se tienen que meter con él porque “aguas”. No pude evitar pensar que era el colmo de la hipocresía.
En fin. Mi filosofía: no seamos tan odiosos. Creo que ya hay suficiente negatividad en el mundo como para que le agreguemos más con nuestro veneno. Hay que enfocarnos en las cosas bellas y positivas para que el mundo haga lo mismo con nosotros. Los “haters” sobran y es más fácil ser crítico que constructivo. Da un poco de amor al mundo y libera tu alma.
Y ustedes, hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven.
Saludos afectuosos.
Mostro.