Voy a hacer lo que yo quiera…

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#MostroVacci

Cuando somos pequeños, parece que somos esclavos de alguien, ya sea de los papás, los hermanos o cualquier adulto que decide que necesita algo de la tienda o que le pasen alguna cosa. Resulta que los más pequeños son los “ve a traerme…” de la gente mayor, y por supuesto, cuando los cuestionamos nos responden con el “porque soy mayor que tú” y se acabó la discusión, so pena de muerte…

Conforme vamos creciendo, ya nos toca decidir qué instrucciones seguir y las que vamos a ignorar. Siempre va a haber lineamientos y restricciones que debemos acatar para poder estar en una parte. Definitivamente hay cosas que deben ser sujetas a debate y a consideración, pero hay cosas que no tiene por qué convertirse en la tercera guerra mundial. Como las básicas reglas de educación, el “con permiso”, “por favor”, “gracias”, etc. No podemos llegar a un lugar y asumir que todos deben doblegarse a nuestros berrinches y necesidades, eso es una idea estúpida que mucha gente creé que todos debemos seguir porque al parecer el sol sale solamente cuando ellos abren los ojos.

Muchas veces son nuestros padres los que nos enseñan que somo los líderes supremos del universo y, como ellos son aplastados bajo el peso de la autoridad de sus hijos, estos crecen con la impresión de que el mundo completo les debe el mismo respeto, pero ¡oh error! Qué doloroso es toparse con un mundo lleno de personas iguales que a su vez están esperando a que los otros se arrodillen. Entonces empieza la guerra de poderes. Y en la guerra siempre alguien tiene que perder.

Es cuando muchos nos enteramos de esa serie de reglamentos que debemos seguir y también es el momento donde sale nuestro verdadero yo. Cuando nos dan una orden, al parecer sentimos la necesidad abrumante de demostrar quién manda. Muchos tenemos que hacer lo contrario para mostrar nuestra superioridad. Es como si la misma muerte viniera a amenazar nuestra existencia si acatamos algo justo como nos lo han pedido. Da la impresión de que si no se hace, que nos vamos a derretir como la bruja de El mago de Oz. Definitivamente hay una reputación qué mantener, ¿cómo se van a doblegar ante las peticiones de un plebeyo?

Lo que mucha gente no parece comprender es que todos somos iguales. No me importa que me vengan con que “mi familia es” o “yo conozco a” o cuánto dinero tengas en tu cuenta bancaria. Un ser humano es un ser humano y punto. Todos valemos lo mismo en ese sentido, ¿qué te hace creer que mereces más, que te lo han inculcado? No. Lamento decirte que yo siendo un simple mortal y tú un intocable de la realiza, a nivel ser humano somo exactamente lo mismo. El ambiente en el que te desenvuelves es el que dice que vales más, pero en realidad eso es muy relativo. Puede alguien tener todo el dinero del mundo y ser un asco de persona. Hay gente que no tiene ni un cinco y sin embargo comparte contigo lo poco que tiene para comer.

Entonces, ¿qué te hace creer que tú eres la persona para decidir qué reglas debes seguir? Cuando comes en una casa, es una buena costumbre lavar tu plato, o de perdida ofrecerte a levantarlo de la mesa, no estas en un restaurante. Y aunque lo estés, la persona que levanta tu plato lo hace porque es su trabajo, no porque sea un placer servirte, en especial si eres tan maleducados que tratas a las personas como si fueran menos.

Las reglas de la educación básica no es algo que se tiene que perder. Podemos mantenerlas vivas, pero simplemente no lo hacemos. Unos por flojera, otros porque como los demás no lo hacen, resulta que les da pena porque sobresalir es algo mal visto por mucha gente y otros porque simplemente sienten que no se lo merecen. La razón no importa porque el resultado es el mismo: llega el momento donde la costumbre es ser hosco y frío con otras personas. Como cuando está pagando la clásica persona en el mercado y ni siquiera voltea a ver a la persona que le cobra porque está en el celular. Digo, no es necesario casarte con la persona que te atiende, pero de perdida un saludo y le pones atención en caso de que necesite preguntarte algo. Y luego, para terminar, hacen una cara de desagrado cuando les dicen el total de la compra, ¿cómo se atreven a interrumpir su conversación?

Está bien, si quieres ser un ser desagradable, adelante, pero no esperes que yo tenga una buena actitud hacia ti si no tengo el mismo trato. No puedes recibir lo que no das. Mamá Vacci siempre me ha dicho que hay que ser más educados que las demás personas, en lo personal, me cuesta mucho trabajo darle a las personas un respeto o una cortesía que ellos no dan. Igual, es algo en lo que trabajo cada día. En realidad es divertido ver la cara de sorpresa de la gente grosera cuando los tratas con educación. A veces no saben ni qué hacer. Creo que están tan acostumbrados a recibir gritos que ya saben cómo lidiar con ello, pero no con unas palabras cordiales, eso les derrite sus esquemas junto con sus caras.

Y sí, tú haces lo que quieres, tienes derecho a hacerlo, como todos nosotros, siempre y cuando no interfieras con otras personas. Pinta tu casa con chapopote, báñate con ácido los píes para matar el pie de atleta, usa la ropa que quieres, haz con tu vida un papalote, pero no te metas conmigo, no molestes a los que te rodean. Una cosa es hacer lo que quieras y otra es estar jodiendo. No tenemos por qué estar aguantando tus desplantes ni tus delirios de grandeza, gracias.

Yo como ser humano tengo mis errores, son con lo que trabajo día a día, el chiste no es actuar como si fuéramos perfectos, sino de hacer reflexión y tratar de ser mejores como personas. Así es como vamos a cambiar el mundo, no maltratando a los demás ni demostrando nuestra superioridad en un patético berrinche a media calle.

Tengamos un poco de cordura…

Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué ooinan? Compartan… si se atreven…

Saludos afectuosos.

Mostro.

2 comentarios de “Voy a hacer lo que yo quiera…”

  1. Muy atinado el artículo.Entre más complejos , traumas , deseos frustrados y sumada a la pobre educación que haya tenido una persona durante su crecimiento más grande será su inestabilidad para relacionarse con otras personas .

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