El sanar las heridas…

claricelecter@hotmail.com

#MostroVacci

Uno se puede jactar de ser bueno para perdonar. La gente hace cosas que te lastiman y uno lo deja pasar. Pone la otra mejilla, como dicen por ahí. Creemos que eso nos hace buenas personas, pero no creo que sea necesariamente el caso. Sí, el perdón es bueno para sanar las heridas, pero el decir que perdonamos y el hacerlo son dos canciones diferentes, sin tomar en cuenta que también hay gente que abusa, al cabo que todo te perdona, dicen…

Claro, todo es fácil cuando uno no es el que lo está haciendo. Yo como psicólogo recomiendo el perdón a diestra y siniestra hablando de sus beneficios para el alma, diciendo cómo uno libera el corazón cuando lo practica de maneja genuina. Es cuando me toca vivirlo y repartirlo en mi vida personal donde re-descubro lo doloroso que es el proceso. Igual, no me da miedo hacerlo ni experimentarlo, simplemente, como todo ser humano, cuesta trabajo otorgarlo. Nada que vale la pena en esta vida es fácil.

Creo personalmente que el perdonarse a uno mismo de los errores que hemos cometido es lo más complicado de hacer. Cuando tienes el poder sobre otra persona, es más fácil decidir si lo otorgas o no, pero cuando se trata de uno mismo, es donde no te puedes hacer tonto y te ves forzado a enfrentarte a la única persona que no puedes engañar: a ti. Por lo tanto, es lo más difícil de hacer.

Analizando, recordando y visitando esos recuerdos que por tanto tiempo han embrujado mi pasado, me doy cuenta de que, por ser un trabajo constante, he llegado al momento de perdonarme por todas las estupideces que he hecho, los caminos equivocados que he tomado y las malas decisiones. La hora de sanar siempre es hoy, y no hay mejor momento que el presente para dejar que las cosas del pasado se queden ahí de una vez por todas. Aquí vamos.

Mostro (con otro nombre en ese entonces, pero la misma esencia): Tienes una historia interesante. Las pocas personas que la conocen la encuentran oscura y deprimente. Igual, es cuestión de perspectiva. Tienes un pasado colorido e interesante para mí. Has metido la pata muchas, muuuchas veces y has tenido la oportunidad de adquirir grandes conocimientos. No siempre has escogido la vereda más recomendable, pero al final de cuentas, el camino escabroso siempre te ha hecho más fuerte. Sé que todo es porque yo lo he querido así, por lo tanto te he guiado de esa forma, por eso, quisiera decirte algunas cosas.

Perdón por negar la fuerza de tu voz y el poder de tus palabras. Honestamente, jamás imaginé que pudieran llegar a ser tan profundas o significativas. En mi delirio estúpido pensaba que a nadie le importaría lo que tenías qué decir, por lo tanto te callé durante mucho tiempo, demasiado. Ahora, viendo las oportunidades perdidas y el avance que has hecho, observando el impacto que tienes con cada paciente, con cada persona, con cada plática me doy cuenta de mi gran error. De haber sabido ver tu potencial, nunca en la vida te hubiera censurado.

Me siento mal por el hecho de tener tanto miedo a todo durante tanto tiempo. Ahora de adulto veo que eres más valiente y que honestamente tiene poco valor lo que la gente piense de ti. Por miedo al rechazo, a la señalización, a la burla, a sobresalir y ser atacado, a la ridiculización y a la crítica te recomendé no hacer ruido, no hacerte notar. No tenía idea de que tu esencia sobresale aunque estés callado. El ser misterioso también le llama la atención a la gente y te expone a eso mismo que tanto temías. No te pude proteger de todo eso porque no supe cómo. Debí haberte dejado ser tú mismo porque solo así estarías preparado para todo lo que llegara a ti.

Discúlpame por haberte hecho dudar de tus habilidades y tus talentos. Te hice evitar cantar en público porque para mí no eras suficientemente bueno y te susurré en el oído que no ibas a ser exitoso en ese puesto del trabajo, en esa relación, en ese momento de decidir. Te vendí el fracaso como algo seguro y sé ahora que con eso te tuve controlado a mi manera. Admito que le tenía terror a lo desconocido y que te llegué a odiar en esas ocasiones que me cuestionabas y que te lanzabas al vacío aunque estuvieras muerto de miedo. Eso para mí era estupidez, pero ahora reconozco que es el verdadero valor.

Perdóname por dejarte abusar tu cuerpo pensando que esos placeres efímeros te harían feliz. Comer nunca llenó el vacío porque éste era emocional, no físico. Comprendo ahora el gran daño que te hice y me has demostrado cuánto te amas al ver cómo te cuidas y cómo te preocupas por ser una persona más sana. Esos casi cien kilos que has bajado son la muestra de que en realidad tu amor por ti va creciendo y cómo te rehúsas a dejarte caer de nuevo.

Gracias por alejarte de tanta gente que enfermaba tu alma. Yo me aferraba a tener a muchas personas en la vida, pero tú me enseñaste que es cuestión de calidad y no de cantidad. Me enseñaste que aunque en ocasiones te estaba matando el dolor, te elegiste a ti y le dijiste adiós a “amigos”, familia y todo ser humano que no servía en tu vida y nunca diste marcha atrás. Incluso ahora lo sigues haciendo. Yo luché contigo a cada paso y defendía a todos. Ahora son pocos los que amas, pero son muy valiosos.

Te pido perdón porque en realidad eres el único que me lo puede conceder. Y al mismo tiempo me lo concedo. Me lo merezco. Soy un ser humano y me rehúso a cargar con culpas, con vestigios del pasado. Me perdono yo mismo porque me amo y ya no hay tiempo para negatividad en mi vida.

Hermanos, hermanas, unamos las almas y dejemos atrás lo que ya no cabe aquí. Es difícil hacerlo, pero les aseguro que vale la pena, ¿qué dicen? Perdonemos a quien nos lastima, y sobre todo perdonémonos a nosotros mismos. Es hora de dejar de lamentarnos por lo que hemos vivido y de celebrar lo que hemos sobrevivido.

Les aseguro que será toda una aventura. Compartan… si se atreven…

Saludos afectuosos.

Mostro.

2 comentarios de “El sanar las heridas…”

Deja una respuesta