El peligro de guardarse las emociones.

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#MostroVacci


Mucha gente creé que ser fuerte significa no tener emociones. Lo he escuchado en muchas ocasiones saliendo de la boca de las personas y no puedo evitar preguntarme qué pasará por su mente en ese momento. Si lo dicen con buenas intenciones, no creo que el resultado sea el más adecuado, ya que las emociones salen lo quiera uno o no. El no reaccionar a una situación dada y mantener la expresión de piedra no te hace fuerte, te hace un buen actor.


MI situación favorita donde he escuchado esto es en los funerales. Se acerca una personas bien intencionada al doliente más cercado, les agarran un brazo y les dicen en todo confidencial que deben ser fuertes, que es el tiempo de seguir adelante y que deben resignarse a que así debe de ser. Honestamente, cuando escucho eso me dan ganas de preguntarle a la persona en cuestión si está loca, ¿cómo le dices eso a una madre que acaba de perder a su hijo, o a cualquier persona que está sufriendo tanto en ese momento? Sé que se lo dicen con las mejores de las intenciones, pero a veces los seres humando podemos ser muy tontos. En éstos casos es importante ponerte en los zapatos de la otra persona y preguntarte si es lo que quisieras oír. Simple empatía. Si en realidad necesitas decir algo, solo di que lamentas su pérdida. Créeme que te lo agradecerán.

En el caso de las emociones, parecen ser un tema tabú, prohibido y aterrador. En mi práctica profesional veo a muchas personas que les cuesta un gran trabajo expresar sus sentimientos. Ni se diga llorar. He visto en mi vida personal también que esa programación de la represión de emociones es poderosa. Los hombres no lloran, recuerdo que me decían de chico. Si lo hacía era marica. Resulta que terminé creyéndomelo y aprendí a guardar mis emociones. Esconderlas del mundo para que vieran lo fuerte que era. Y al final resulté marica, pero eso ya es otro punto, ¿no?

El hecho de reprimir las emociones es algo que causa muchos estragos. Es como el veneno, ya que al momento de reprimir el dolor también lo hacemos con el placer, ¿y entonces dónde quedamos? En el limbo de las emociones. Alejados, entumidos e insensibles a la gran cantidad de estímulos que hay dentro de nuestro universo. Hasta la comida sabe diferente si no la sabes disfrutar. Te conviertes en una piedra, simplemente no sientes. Y sin embargo, por dentro, sientes que te estas muriendo, te sientes solo e incomprendido, estancado, pero por fuera las personas se admiran de lo fuerte que eres.

La mente humana es como una botella de soda. las emociones son el dulce líquido. Cerrada, la agitas y no pasa nada, solo ves una danza de burbujas que hasta bellas te parecen, pero al primero indicio de destapar la botella, tiende a explotar, bañando a las personas más cercanas. Siempre es una explosión violenta y terminamos lastimando a nuestros seres amados.

Entonces, ¿por qué lo hacemos? Arriesgamos el perder el contacto con nuestras propias emociones por quedar bien con el mundo. Eso de pensar en lo que la gente dirá muchas veces te previene de vivir muchas experiencias hermosas y al final de cuentas la gente nunca, NUNCA queda satisfecha.

Las emociones no se hicieron para guardarse, deben fluir libremente como el viento. Como seres humanos, tenemos la necesidad de sentir, experimentar y vivir. El estar alejado de nuestras emociones y el color que le traen a nuestra vida es estar muerto en vida. Por algo, cuando un paciente logra conectarse con sus emociones y las deja salir a jugar libremente, aunque la experiencia puede ser dolorosa por tantos años de represión, siempre describen la sensación después de la explosión como una gran calma. Es la catarsis: sacarlo todo. El momento que sacas el lodo de tu interior, esa agua estancada y maloliente que tanto sufrimiento te causa, solo queda una tierra fértil donde empieza a crecer la vida. Es un vacío positivo, ya que las semillas que estaban en ese hueco ahora pueden germinar y crecer. Es una experiencia incomparable e inolvidable.

En mi caso, algunos de ustedes ya lo sabrán, la escritura es mi catarsis, mi liberación. Yo escribo para vivir, para llorar, para recordar y sentir. Y aunque más de una persona me ha dicho que no debo ser tan abierto, yo creo que es el chiste de éstos escritos: compartirles mis experiencias e ideas y esperar que a algunos de ustedes, mis adorados hermanos y hermanas, les sirva de algo.

Por lo tanto, vivan, sientan y nunca se repriman. Sean ustedes mismos y vivan sin miedo lo que su mundo tiene para ofrecer, les aseguro que no se arrepentirán.

Saludos afectuosos.

Mostro.

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