El lucido del grupo.

claricelecter@hotmail.com

#MostroVacci

Cuando esta uno en la escuela, a la hora de estar en clase uno no podía dejar de sentir nervios cuando el docente (sobre todo el de matemáticas) entraba al salón y se preguntaba uno si iba a pedir que entreguemos la tarea, sin importar si la habías hecho o no, no faltaba esa persona que siempre le preguntaba al maestro si la iba a revisar, despertando el odio perpetuo del grupo, incluso frecuentemente seguido por un mugido exasperado de frustración…

Definitivamente esos individuos no son populares. Incluso son los que comúnmente se conocen como los cerebritos, los nerdos o los sabelotodo del salón. Generalmente están solos porque, al ser tan desagradables, nadie se quiere juntar con ellos, pero eso sí, cuando hay un trabajo difícil le llueven los amigos que los quieren incluir en su equipo (definitivamente la conveniencia hace que el odio se mantenga al margen, al menos por un tiempo). Lo curioso es que lo que los hace no ser populares es lo que los convierte en algo muy valioso. No cabe duda que la inconsistencia es algo muy consistente en el ser humano.

Es como cuando alguien te cae mal. Esa persona es desagradable, por lo tanto todo lo que hace, dice, piensa o representa es igual de desagradable para ti. Te la pasas diciendo que no te agrada y no la tratas bien. Es más fácil hacer como que no existe para evitar conflictos. Pero sorpresa, sorpresa, de repente tiene algo que te conviene. Algo que necesitas para cumplir una meta que quieres lograr o simplemente es amiga de quien te gusta. Entonces tu actitud cambia por completo y te conviertes en su mejor amigo. Ya que obtienes lo que quieres o descubres que siempre no puede ayudarte, el interés hacia ésta persona desvanece y de nuevo es relegada al lado equivocado de tu contabilidad.

En realidad, la gente lucida no cae bien. Es bastante desagradable toparse con esas personas que sienten la necesidad de hacerse notar por las razones equivocadas. Ese que siempre saca a flote a otras con tal de verse bien tiende a sufrir rechazo de aquellos que los rodean. A veces hasta da la impresión de que si no llama la atención de esa manera, va a desaparecer en un mar de caras parecidas.

Otra persona que siempre existen, no nada más en la escuela, sino que también se transfieren al ámbito laboral es la que siempre complica las cosas. Cuando ya los equipos se han puesto de acuerdo y han planeado algo a detalle, no falta ese ser humano que sugiere hacer algo adicional, algo más complicado o simplemente algo que complica más las cosas. Claro, no se trata de hacer lo más fácil siempre, pero tampoco se trata de complicar situaciones que no son complicadas para empezar. Recuerdo que en la universidad había un compañero que siempre hacía que los trabajos fueran mucho más difíciles de lo necesario, sin que esas complicaciones le trajeran algo útil a lo que ya se iba a hacer. Ni aprendizaje, ni experiencia. Solo era para mostrar su inteligencia, y les aseguro que varios de nosotros ni siquiera comprendimos para qué sirvió darle cinco vueltas extras a un trabajo que ya estaba preparado. Al final, entregamos el mismo trabajo, con los mismos datos, solo que batallamos mucho más para hacerlo. Si quería que varios lo odiáramos, misión cumplida.

En mis diferentes trabajos también me he topado con los mismos ejemplos. Con el tiempo llegué a la conclusión de que lo hacen para lucirse simplemente, sobre todo si son los jefes. He visto en muchas ocasiones que un “líder” pide reportes extras, formatos adicionales, datos inútiles o cosas que son su trabajo hacer con tal de decir que su equipo hace todo eso cuando generalmente en un buen reporte con los detalles necesarios encuentras toda la información que necesitas presentar.

Muchas veces lo concreto es la mejor presentación. Entre más difícil de entender hagas algo, más aburrido será leerlo. Puedes hacer una presentación sencilla y sustanciosa que presentas en una hora con todos los resultados de tu trabajo sin necesidad de rellenar con paja los números. Al final de cuentas, si te hiciste tonto con el trabajo, por más que engordes la gallina con agua salada, no deja de ser agua, y la falta de empeño en tu trabajo se va a notar. Cuando eres conciso y preciso, los que mandan reciben la información que buscan y quedan satisfechos. Si prolongas la junta a cuatro horas para que parezca mucho es como cuando vas a entregar un trabajo en la escuela y entre cada impresión pones una hoja blanca para que se vea más completo.

Curiosamente, la gente lucida es la que más se queja y a veces la que menos hacen. Le imponen trabajo adicional a otros y hacen como que trabajan para que no los vayan a correr. La filosofía de “hago como que trabajo” al parecer aún es muy prevalente en nuestra cultura. Lo que sí les aseguro es que cuando la manzana cae por su propio peso, el que no hace el trabajo es el primero en salir a flote de que no sabe ni qué dicen los reportes. Como cuando copiaban los trabajos mis alumnos y les preguntaba de qué se trataba su escrito: no tenían ni la más remota idea.

Así que si eres una de esas personas desagradables que se anda jactando de su superioridad intelectual y sus habilidades estratégicas, te digo abiertamente que no eres alguien agradable. Hay personas en el mundo que sólo tratan de ayudar y siempre se disparan en el pie, pero por ser tan inteligente, sabes lo que haces, así que no se vale preguntarse por qué no le agradas a la gente.

Cuando pagas un peso por un servicio es cuando descubres que obtienes lo que pagas.

Y ustedes hermanos, hermanas, ¿qué opinan? Compartan… si se atreven…

Saludos afectuosos.

Mostro.

2 comentarios de “El lucido del grupo.”

  1. Si no fuera por ese tipo de vivencias en lo laboral, personal o profesional que tenemos a través de la vida, no sabríamos en verdad lo valioso que somos.
    Mis felicitaciones por tus artículos , los cuales espero con entusiasmo todas las semanas .

Deja una respuesta